Médicos, abogados, maestros, contadores, ingenieros.... En su vinculo con la gente, los profesionales suelen enfrentarse a situaciones en las que deben dirimir cuestiones morales surgidas a partir de que un deber entra en conflicto con otro.
Esta clase de problemas recibe el nombre de Dilemas, que surgen cuando dos deberes entran en conflicto. La única forma de cumplir con un deber es no cumpliendo con el otro. Según las circunstancias, un deber desplazara a otro, pese a que el desplazado habría sido cumplido si no hubiera existido conflicto alguno con el que finalmente prevaleció.
Juego de Valores
La diferencia entre un dilema moral y otra clase de problemas es que en el dilema se ponen en juego ciertos valores, mientras que los problemas corrientes tratan sobre hechos. Aunque los hechos son muy importantes en el momento de tomar decisiones morales, estas involucran juicios que no están presentes en los hechos.
Condenados a Decidir
Es claro que las cuestiones morales involucran cuestiones de valor. Los profesionales no pueden escapar de tomar decisiones morales y por ende, no tomar decisiones es una forma de decidir. Los genuinos dilemas morales implican siempre un conflicto entre valores que queremos preservar o que, por lo menos, creemos que merecen un mínimo de respeto –valores como la lealtad a un colega, sacrificar algún valor moral, el derecho de su cliente a la privacidad y a la confidencialidad, el bienestar del cliente, el bien publico, la veracidad, la integridad personal, entre otros.
Entonces, ¿cómo decidir?. A grandes rasgos, podemos decir que hay dos modos básicos de tomar una decisión: o decidimos un curso de acción guiándonos por principios o decidimos que hacer atendiendo a las consecuencias.
Un filosofo muy importante del siglo XX, llamado Jhon Rawals, propuso justificar nuestras decisiones por medio de lo que llamo el “Equilibrio reflexivo”. Este dice que en la ética existen, por un lado, los principios generales (no se debe mentir, el profesional debe guardar confidencialidad hacia su cliente) y, por otro, los juicios particulares que intuimos visceralmente de situaciones particulares. Rawls propone comparar entre si los principios generales con los juicios particulares, de modo que en caso de que sean incompatibles puedan ser paulatinamente hasta que el nivel general de los principios se encuentre en equilibrio con el nivel particular de los juicios.
Alcanzar esa coherencia en nuestra vida moral no es fácil. Tal ves se trate de incorporar esta practica reflexiva no solo de calidad de médicos, abogados, contadores, maestros o ingenieros, sino simplemente como personas. De hacer de la reflexión ética, en suma, nuestra practica cotidiana.
Esta clase de problemas recibe el nombre de Dilemas, que surgen cuando dos deberes entran en conflicto. La única forma de cumplir con un deber es no cumpliendo con el otro. Según las circunstancias, un deber desplazara a otro, pese a que el desplazado habría sido cumplido si no hubiera existido conflicto alguno con el que finalmente prevaleció.
Juego de Valores
La diferencia entre un dilema moral y otra clase de problemas es que en el dilema se ponen en juego ciertos valores, mientras que los problemas corrientes tratan sobre hechos. Aunque los hechos son muy importantes en el momento de tomar decisiones morales, estas involucran juicios que no están presentes en los hechos.
Condenados a Decidir
Es claro que las cuestiones morales involucran cuestiones de valor. Los profesionales no pueden escapar de tomar decisiones morales y por ende, no tomar decisiones es una forma de decidir. Los genuinos dilemas morales implican siempre un conflicto entre valores que queremos preservar o que, por lo menos, creemos que merecen un mínimo de respeto –valores como la lealtad a un colega, sacrificar algún valor moral, el derecho de su cliente a la privacidad y a la confidencialidad, el bienestar del cliente, el bien publico, la veracidad, la integridad personal, entre otros.
Entonces, ¿cómo decidir?. A grandes rasgos, podemos decir que hay dos modos básicos de tomar una decisión: o decidimos un curso de acción guiándonos por principios o decidimos que hacer atendiendo a las consecuencias.
Un filosofo muy importante del siglo XX, llamado Jhon Rawals, propuso justificar nuestras decisiones por medio de lo que llamo el “Equilibrio reflexivo”. Este dice que en la ética existen, por un lado, los principios generales (no se debe mentir, el profesional debe guardar confidencialidad hacia su cliente) y, por otro, los juicios particulares que intuimos visceralmente de situaciones particulares. Rawls propone comparar entre si los principios generales con los juicios particulares, de modo que en caso de que sean incompatibles puedan ser paulatinamente hasta que el nivel general de los principios se encuentre en equilibrio con el nivel particular de los juicios.
Alcanzar esa coherencia en nuestra vida moral no es fácil. Tal ves se trate de incorporar esta practica reflexiva no solo de calidad de médicos, abogados, contadores, maestros o ingenieros, sino simplemente como personas. De hacer de la reflexión ética, en suma, nuestra practica cotidiana.
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